Alvaro de Jesús Agudelo, a quien se conocía con el remoquete de El Limón , fue el hombre que pereció en el operativo que culminó ayer con la muerte de Pablo Escobar Gaviria en Medellín. Las autoridades de Policía lo consideraban como un estafeta clave del jefe del cartel de Medellín.[the_ad id=»4034″]
Alias El Limón se constituyó en un soporte definitivo de la organización, en especial mientras Escobar permaneció tras las rejas después de acogerse a la Justicia, en julio de 1992.
Se trataba, según un informe de la Procuraduría, de un estafeta que en La Catedral era el encargado de pagar a través de sobornos las entradas de un camión a las instalaciones del penal.
La actividad de El Limón consistía en persuadir con fuertes sumas de dinero a los miembros del Ejército encargados de vigilar la entrada y salida de personas y automotores a La Catedral.
La labor del estafeta se realizó de modo permanente en la puerta del penal y se produjo durante varios meses, de acuerdo con el Ministerio Público.
Así se desprende de un centenar de declaraciones recogidas por la Procuraduría entre funcionarios del Estado y efectivos del Ejército, y en las cuales se establecieron las irregularidades.
Durante varios meses, y aun antes de que la Fiscalía, la Procuraduría o el Ejecutivo tuviesen pistas sobre las irregularidades en el penal, Escobar y sus hombres sobornaban periódica e indistintamente a soldados, suboficiales y oficiales encargados de ejercer la vigilancia externa del penal.
Soldados confesaron El cartel en muchas ocasiones a través de El Limón les pagó con dinero, comida y útiles de aseo. Al dinero en efectivo lo llamaban una liga . A los bonos, bonos.
Algunos miembros del Ejército dijeron, en la Procuraduría, que los sobornos los coordinaba El Limon , que era el estafeta de Escobar en la cárcel.
Al estafeta no lo controlaba nadie, ni el Ejército ni los guardianes. El entraba y salía sin ningún problema , dijo un uniformado.
El Limon era el que coordinaba el acceso a La Catedral de un camión Mazda turbo diesel azul identificado por los soldados y guardianes como el vehículo que entraba regularmente a la cárcel.
A los miembros de la IV Brigada, según las declaraciones de uniformados de esa guarnición militar, les pagaban entre 70.000 y 500.000 pesos por dejar pasar el camión sin revisarlo.
Algunos soldados reconocieron, en sus declaraciones, que recibieron los bonos. Uno dijo que acepto ese soborno en dos oportunidades. Un bono lo recibí el 17 ó 18 de julio, eran dos papelitos con una clave .
Estos testimonios explican por qué el 5 de julio de 1992, 16 días antes de la fuga de los miembros del cartel, según un oficial de la IV Brigada que realizaba a medianoche una inspección por los puestos de guardia de la cárcel, había una fogata en el presidio y dos vehículos entraban y salían. Uno de ellos, una motocicleta.