Fecha: 09/22/2007 -1325 REVISTA SEMANA
El libro del hijo de Gilberto Rodríguez Orejuela dió mucho de que hablar, pues reveló abiertamente lo que todo el mundo sospechaba : los nexos de la mafia con el fútbol, la política y la farándula. Antes de que saliera oficialmente a la venta El Hijo del Ajedrecista, ya todo el mundo estaba hablando de él. Hasta El Chavo del Ocho y La Chilindrina. Los dos artistas mexicanos salieron la semana pasada con versiones contradictorias.
Roberto Bolaños desmintió un show privado que él y su elenco le ofrecieron a los ex jefes del cartel de Cali y sus familias. Pero María Antonieta de las Nieves sostuvo que eso es verdad.
Esta es apenas una de las miles de anécdotas que decidió contar Fernando Rodríguez Mondragón, el hijo mayor del confeso narcotraficante Gilberto Rodríguez Orejuela. Según le dijo a SEMANA, su intención era relatar sus vivencias dentro de la mafia y el drama de ser hijo de unos de los grandes capos. Pero las revelaciones que hace en las 200 páginas del libro, que sale esta semana al mercado, van más allá de su vida como la ‘oveja negra’ de la familia Rodríguez Mondragón y volverán a armar el avispero en el país, sobre historias no contadas del cartel de Cali. De su padre y de su tío Miguel. De sus nexos con el fútbol, los políticos y la farándula.
El Hijo del Ajedrecista es un diario que resulta atípico. Cuando se podría pensar que el primogénito de uno de los más grandes mafiosos salga en defensa de su padre, en los primeros capítulos muestra una clara intención de mostrarlo como un hombre cruel y despiadado que jamás perdonó a un hijo que cometió los mismos errores que él. «Yo llegué a odiarlo y se lo manifestaba con mi rebeldía. Él era un tipo autoritario, tuvimos varios encontronazos. Los castigos eran severos. En alguna ocasión me dio correa, me dio pata, puño y me puso un revólver en la cabeza. Todas esas cosas me fueron marcando y nuestra relación se volvió casi invivible», le dijo a SEMANA Rodríguez Mondragón .
Esa vida insoportable que dice haber vivido al lado de su padre lo motivó a contar las verdades ocultas de la mafia en las que se mezclan las grandes fiestas con artistas internacionales como Juan Gabriel, Albita Rodríguez, Óscar de León o el Gran Combo de Puerto Rico. Relata también las relaciones de su padre y su tío con el fútbol y el grado de corrupción al que llegaron árbitros, técnicos y jugadores. También devela las estrategias de los Rodríguez para ocultar su fortuna antes de ser extraditados, el ingreso de su dinero ‘sucio’ en las campañas políticas y la vida mafiosa de reconocidas
modelos.
Estos son algunos de los relatos que el hijo del ‘Ajedrecista’ le hizo al escritor del libro, Antonio Sánchez Jr., que probablemente se venderá como pan caliente como todos los libros de la mafia.
La compra de los árbitros «Fernando acompañó a su primo (Mauricio Idárraga Rodríguez) en varios partidos y le tocó ver cómo se arreglaron varios partidos. El encargado de hacerlo era el árbitro Hernán Velasco.
Este personaje del arbitraje colombiano se encuentra desaparecido desde el año 2002 cuando fue sacado del centro comercial Plaza Norte por varios hombres armados que se lo llevaron. Velasco nunca llegó a tener escarapela de árbitro Fifa, ya que tuvo un accidente para los días en que tenía que presentar los exámenes físicos. Resulta que se le dio por llegar a un partido que debía pitar en paracaídas, cayó mal y se fracturó un tobillo. Este árbitro fue siempre protegido por el
dirigente del fútbol profesional colombiano Álvaro González.
Fernando, hincha furibundo del Deportivo Cali, no le preocupaba que el club América arreglara partidos, a menos que fuera el clásico del Valle del Cauca. En una ocasión fue coincidencialmente un medio día a la oficina de su primo, William Rodríguez, directivo del América, a saludarlo. Cuál fue su sorpresa cuando se encontró a su pariente almorzando con J. J. Toro, el árbitro asignado por la Dimayor, para pitar el clásico América – Deportivo Cali.
-No seas descarado primo, como tenés a este árbitro aquí para que te arregle el partido.
Fernando sólo se sonrió. Potenciado por Joomla! Generado: 27 October, 2007, 22:38
Ese domingo por supuesto que el Cali cayó derrotado ante el América. A William no le quedó más remedio que reconocer que muchas veces arregló partidos para el América y para el Cali.
A inicios del año 2000, era de siete millones la tarifa estándar que se pagaba a un árbitro por un partido. Eso lo sabían todos los dirigentes de los equipos del fútbol colombiano, hoy ha debido de subir considerablemente. En otra ocasión el Deportivo Cali necesitó de ‘ayuda extra’ y decidieron varios socios ‘pagar’ el arbitraje. Nuevamente Fernando fue el escogido para entregar los siete millones, el intermediario fue Hernán Velasco.
Por alguna razón no alcanzaron a recoger todo el dinero, por lo que decidieron informarle al técnico del Cali, José ‘Cheché’ Hernández, quien accedió a prestar el dinero que faltaba para el soborno. Luego fueron hasta un cajero de la Avenida 6ª con calle 23 a sacar el dinero faltante.
Hay una anécdota con Hernán Velasco en el sentido de que en un partido Medellín-Junior le recibió plata, siete millones, a los dos equipos en contienda. En el segundo tiempo el partido estaba empatado a un gol. En una extraña jugada Velasco resulta lesionado y es retirado del partido. Terminó pitando el llamado cuarto árbitro. Velasco se embolsilló 14 millones».
La mafia y el Real Cartagena
«Después de las capturas de los hermanos Rodríguez empezaron a manejar un bajo perfil en el fútbol colombiano. A la nueva generación le gustaba la idea de ser empresarios del balompié nacional. Tal era el caso de William Rodríguez Abadía y de Mauricio Idárraga Rodríguez, éste último hijo de Rafaela Rodríguez Orejuela con su primer esposo Jaime Idárraga. Mauricio fue el artífice del ascenso del Real Cartagena a la primera división del fútbol colombiano. Era en realidad el propietario del club y del pase de varios jugadores, entre los que se encontraba la estrella de ese momento,
David Ferreira».
Hernán Darío Herrera y Pedro Sarmiento
«Pedro Sarmiento y Hernán Darío Herrera vivieron una historia trágica, un hecho lamentable de luto, una historia donde hubo muertos. El América contrata a Pedro Sarmiento y a Hernán Darío Herrera, ellos van del Atlético Nacional para el equipo rojo de Cali. En ese entonces la guerra entre Pablo Escobar y los Rodríguez Orejuela estaba muy intensa. Llegar ellos al América procedente de un equipo de Medellín donde Pablo era el rey, era asunto delicado. Cuando América jugaba en Medellín, se determinó que los jugadores Sarmiento y Herrera, indiscutidos titulares en el medio campo del club americano, no deberían viajar a la capital antioqueña para salvaguardar sus vidas, porque tenían miedo de que les
hicieran un atentado.
En alguna ocasión nuestra gente contratada para hacer ‘inteligencia’ nos informó que Pablo Escobar tenía listo un comando de sicarios para atacar el bus del América, por eso en alguna ocasión el técnico Ochoa trató de hablar con Pablo Escobar para que eso no fuera a involucrar unos jugadores inocentes, que no tenían nada que ver en esa guerra, realmente nunca sucedió.
Pablo Escobar nunca les perdonó a Herrera y Sarmiento que hubiesen fichado para el equipo de sus archienemigos. En unas vacaciones de los jugadores, Pablo los mandó a recoger, les mandó una gente, unos sicarios y los cogieron, y se los llevaron al escondite donde estaba Pablo, y los sentó en un escritorio y les hizo saber que estaba muy bravo con ellos por lo que habían hecho, les dijo que él consideraba eso como una gran ofensa, que no podía ser que se fueran para el equipo de su enemigo número uno Gilberto Rodríguez y del enemigo número dos Miguel Rodríguez. Hoy les perdono la vida, les dijo Pablo Escobar, pero les indicó que debían volver a Cali como informantes de él, y les dio unos números telefónicos para que le informaran periódicamente en dónde se encontraban sus nuevos patrones para poder enviar los sicarios para ultimar a los capos del cartel de Cali.
Herrera y Sarmiento le dijeron en ese momento a Pablo que harían caso a su petición, pero una vez regresaron a Cali llegaron a solicitarle protección a mi tío Miguel Rodríguez, y le contaron que Pablo los había tenido secuestrados, y le contaron todo lo que pasó, entonces mi tío les dio protección, les dijo que sacaran toda la familia que tuvieran en Medellín, y ellos dieron la orden de sacar toda su familia de la capital de la montaña.
Pablo Escobar se alcanzó a dar cuanta de la orden que habían dado Sarmiento y Herrera (estaban casados con dos hermanas) y en una sangrienta reacción alcanzó a matar a los suegros de los jugadores americanos y a algunos otros miembros de las familias de las esposas de Herrera
y Sarmiento, entre ellos a unos primos y al abuelo, le mató siete u ocho personas de la familia, pero los demás lograron escapar, unos en bus, y otros hasta en moto llegaron a Cali.
A mi tío le tocó asumir el costo de toda esta gente, su estadía en Cali. Cuando es asesinado Pablo Escobar, Sarmiento y Herrera vuelven a Medellín, recuperan las propiedades que tenían allá y quedan, además, con las propiedades de Cali que mi tío les había obsequiado en la Ciudadela Pasoancho en la 81, ahí le regaló de a casa a cada uno para que vivieran, y pudieran pasar con alguna seguridad el momento difícil por el que pasaron».
La protección a la esposa de Pablo Escobar
El cartel de Cali es el que defiende a María Victoria, la esposa hoy viuda de Pablo Escobar, a su hija Manuela y a Juan Pablo porque ellos se van para Cali y son custodiados por Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela para que los testaferros no los maten, ella llama a mi papá para que la cuidara, él no dejó que la mataran y que le quitaran más cosas. Ella fue cuidada en Cali por ellos hasta que se fue a vivir para Argentina, ese hecho es relevante, mi papá la cuidó a ella para que los testaferros y Los ‘Pepes’ no la mataran. Ella tenía los teléfonos de mi papá, ellos una vez en el año 1988, 1989 estuvieron en una fiesta con nosotros, Pablo era el dueño de Miami y Los Ángeles y mi papá y ‘Chepe’ Santacruz de
Nueva York».
Fiesta con Juan Gabriel
«Mi padre, Gilberto Rodríguez Orejuela, estaba cumpliendo 50 años de vida; Martha Lucía Echeverri la esposa de mi tío Miguel, con esa conmemoración quiso inaugurar una finca linda que queda en el kilómetro 30 vía al mar, cerca de Cali. La finca tenía una cancha de fútbol profesional, piscina semiolímpica, tenía habitaciones para albergar 20 ó 30 personas cómodamente alojadas y le había comprado un equipo de sonido gigantesco. Marta Lucia le preparó una sorpresa, que era
la actuación especial del mundialmente famoso cantante mexicano Juan Gabriel.
Al cantante lo trasladaron desde Miami en vuelo chárter rumbo a Cali y de ahí lo llevaron en helicóptero a la finca en el kilómetro 30 de la vía al mar. El cantante inició su show artístico, muy amable con toda la gente, comenzó a ingerir champaña codo a codo con los invitados y con el paso de las horas y de las tandas musicales mostró sin reservas su excesivo amaneramiento y ‘Chepe’ Santacruz, le brindaba cada vez más champaña Cristal al famoso Juan Gabriel.
En uno de los recesos y cuando Juan Gabriel se preparaba para una nueva presentación musical, ‘Chepe’ le dice mire Juanga, cántale tal canción a Gilberto que esa es su canción favorita y cuando finalice te acercas a él y le das un beso, insinuación a la que el afeminado cantante mexicano accedió con gusto ya en medio de su avanzado estado de alicoramiento.
Juan Gabriel toma el reto como algo personal y hace la mejor de sus presentaciones en la noche, caminando por entre las mesas de los invitados quienes observaban con atención la estelar actuación del ídolo mexicano. Juan Gabriel, al finalizar la canción, se acercó de a poco a donde estaba mi padre, quien lo observaba atentamente igualmente extasiado por el arte del cantaautor ‘manito’. De pronto Juan Gabriel queda junto a mi padre le pone una mano en su hombro, toma aire y remata con todos sus pulmones la emotiva canción, y cuando la sala se cubría de sonoros aplausos y vivas incluidos los de mi padre, Juan Gabriel se agacha y le clava un sentido beso a Gilberto Rodríguez Orejuela, quien sumamente sorprendido y confundido la emprende contra el mexicano, ante la risa de ‘Chepe’ Santacruz y el asombro de los asistentes.
Ahí fue Troya, mi padre quería matar a Juan Gabriel por la afrenta pública de la que había sido objeto, la gente corrió a quitarle al cantante de las manos de mi papá, mi padre gritaba enfurecido e insultaba al cantante, quien tuvo que ser sacado de inmediato de la finca directo al aeropuerto para huir de la furia de Gilberto Rodríguez Orejuela. La fiesta culminó en medio de murmullos y comentarios, mi padre se esfumó, sólo quedó ‘Chepe’ Santacruz con unos allegados ‘muertos’ de la risa comentando la pesada broma que le había jugado a su socio y amigo. La fiestas de mi familia las amenizaban grupos artísticos internacionales famosos, a las fiestas de los niños de la familia traían al Chavo del Ocho y todo su elenco, trajimos al Gran Combo de Puerto Rico, estuvo con nosotros Óscar de León, Rikarena, Albita Rodríguez,
Guayacán Orquesta, el Grupo Canela. Yo tuve en la fiesta de mis 40 años a Son 14, una de las grandes orquestas de Cuba».
La razón de ‘Tirofijo’
«Un emisario del famoso guerrillero de las Farc, Manuel Marulanda Vélez, le dice por teléfono a mi papá que ‘Tirofijo’ le solicita que vaya a verlo.Mi padre se niega a asistir a dicha cita y le dice que él no necesita ayuda de nadie, que es un hombre libre y que ya pagó sus penas. La razón era que los gringos le tenían montado todo el andamiaje para llevárselo, que eso ya lo sabía Marulanda. Si mi papá hubiese acudido a esa cita, se hubiera escondido de una vez y hoy la historia sería otra».
Originalmente publicado en16 octubre, 2020 @ 12:08 pm
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