Miércoles 6 de diciembre del 1989
A las siete y 33 minutos de la mañana del miércoles 6 de diciembre, un bus bomba estalló frente a las instalaciones del Departamento Administrativo Seguridad (DAS) en Bogotá. La carga explosiva, con al menos 500 kilos de dinamita gelatinosa, dejó un cráter de 3.8 metros de profundidad y la destrucción de edificaciones, automóviles y oficinas. Al menos en tres kilómetros a la redona hubo destrozos. Más de 50 personas murieron y cientos quedaron heridas.
La mayoría de los lesionados o mutilados fueron transeúntes o personas que estaban esperando para realizar algún tipo de trámite en el DAS. Algunas personas quedaron despedazadas, como fue el caso de las hermanas Angélica y Consuelo Henríquez, de quienes no se encontraron sus cuerpos.
El atentado tenía dos objetivos: acabar con la vida del director del DAS, general Miguel Maza Márquez y destruir los archivos judiciales que se encontraban en este edificio. Maza sobrevivió porque su oficina ubicada en el noveno piso estaba blindada en sus paredes y ventanas (Semana. 1989, diciembre 12 -18. pp. 46, 47, 48)
Sin embargo, una de sus secretarias, Beatriz Cuervo, murió en el lugar (El Tiempo. 1989, diciembre 7. pp. 14-A) Fue el segundo atentado directo contra la vida del general Miguel Maza Márquez. El primero ocurrió el 30 de mayo en Bogotá cuando se movilizaba en su vehículo por la carrera 7a y una carga explosiva detonó cerca a su automóvil.
Milagrosamente, el director del organismo de seguridad resultó ileso y se pudo movilizar hacia el Hospital Militar en un taxi por sus propios medios. La tragedia fue de tales proporciones que fue necesario que varios jueces de instrucción criminal se encargaran de realizar los levantamientos de cadáveres.
La reacción del gobierno fue una declaración del presidente Barco, desde Tokio, donde expresó: “No nos van a vencer”. Sin embargo ese mismo día las emisoras dieron a conocer un comunicado firmado por “Los Extraditables” reivindicando el hecho y pidiendo “votación mayoritaria y aplastante en la Cámara de Representantes, a favor de que sea el pueblo colombiano quien decida si se debe o no entregar encadenados clandestinamente en horas de la noche a nuestros compatriotas al gobierno de Estados Unidos”.
Y era real, en el Congreso había fracasado el trámite de una reforma constitucional porque los legisladores la quisieron convertir en un referendo a favor o en contra de la extradición. Además reivindicaron la muerte de Valdemar Franklin Quintero, Guillermo Cano, Carlos Mauro Hoyos y la de muchos “jueces y magistrados que se prestaron en compañía del señor Maza Márquez para sindicarnos de delitos y masacres que nunca cometimos” (Semana. 1989, diciembre 12 -18. pp. 46, 47, 48) Un desafío al Estado y sus instituciones en una Colombia que terminó ese 1989 bastante golpeada y con cientos de víctimas inocentes.
Aunque por esos días, la muerte de Rodríguez Gacha, hizo que la confianza regresará, pasaron muchos días antes de que la sociedad superara esa hora trágica del narcoterrorismo. Desafortunadamente, por el atentado al DAS no hubo detenidos. Pero paradójicamente el general Maza, héroe de ayer, hoy es objeto de investigación por su supuesta complicidad en el magnicidio de Luis Carlos Galán. Otros de los directivos del DAS de entonces son investigados por otros hechos graves de esta época.
El saldo: 63 muertos, más de 600 heridos y un país lleno de terror y desconcierto.
Diana Carolina González García
Trabajo de grado para optar por el título de Comunicador social-periodista