La muerte de José Antequera Guzmán

La muerte del dirigente de izquierda Teófilo Forero Castro no fue la única que causó conmoción y repudio por parte de los colombianos en 1989. El viernes 3 de marzo, cuando conversaba animadamente con el dirigente liberal y precandidato presidencial Ernesto Samper Pizano …… en el aeropuerto Eldorado de Bogotá, fue asesinado por varios sicarios el dirigente nacional de la Unión Patriótica, José Antequera (Semana. 1989, Marzo 7 – 13. Pp. 22) El líder político esperaba un vuelo con destino a Barranquilla y en el momento en que estrechaba la mano de Samper, tres sujetos se acercaron y arremetieron a quemarropa con ametralladoras mini uzi, contra el dirigente de la Unión Patriótica (El Espectador, 1989, 4 marzo, pp. 16-A) Uno de los sicarios murió en el intercambio de disparos con la escolta del dirigente político.

[the_ad id=»4035″]Según la narración de un testigo de los hechos, “todo ocurrió en menos de dos minutos. Los proyectiles de los sicarios y los escoltas se entrecruzaban mientras los pasajeros que esperaban vuelos y sus acompañantes empezamos a lanzarnos al piso” (El Espectador, 1989, 4 marzo, pp. 16-A) Entre los gritos y angustia, el dirigente liberal Samper Pizano alcanzó a ser trasladado a la clínica Caja Nacional de Prevención, a donde llegó con cinco heridas de bala en diferentes partes del cuerpo, entre ellas varias en el abdomen y la cadera.

Realmente Samper se salvó de la muerte por un acto heroico de su esposa, Jacky de Samper, quien se abalanzo sobre su esposo herido en el piso y lo protegió con su cuerpo. En ese momento, uno de los escoltas atacó al sicario que intentaba rematar al dirigente liberal. Sin embargo, mientras trasladaban a Samper a la Caja Nacional de Previsión a José Antequera lo conducían a la Clínica San Pedro Claver, en condiciones críticas. La familia del dirigente de izquierda se enteró de lo sucedido por la radio. Así lo recuerda 20 años después su hijo José Antequera, quien para la época tenía cinco años.

“Me enteré de lo sucedido a mi papá en la sala de mi casa, por la radio. Básicamente anunciaron la noticia del atentado en el aeropuerto Eldorado, y que mi papá estaba saludando a Ernesto Samper en el momento en que fue asesinado. Después empezó a llegar mucha gente a mi casa, en especial políticos y familiares. Luego empezó el tema del velorio que duró casi una semana porqué el alcalde Andrés Pastrana prohibió que se hiciera por temor a las protestas. [the_ad id=»4052″]

Hay un montón de cosas personales, de dolor, de complejidades familiares, todo le pasa cuando le matan a uno el papá” (.[7] Ese día, minutos después de ser ingresado al pabellón de urgencias de la clínica San Pedro Claver, el médico dio un parte doloroso. José Antequera llegó sin signos vitales y fue imposible reanimarlo o salvarle la vida. A esa misma hora, el juez 13 de Instrucción Criminal se encargaba de hacer el levantamiento del cadáver del sicario que asesinó a Antequera.

En su bolsillo, el sicario tenía un tiquete con destino a Barranquilla a nombre de Alfredo Gómez, además de portar varios volantes con información del Partido Liberal y del pre candidato Ernesto Samper. Días después de supo que el sicario que murió no se llamaba realmente Alfredo Gómez, sino Luis Fernando Mena y era oriundo de Medellín. Sin embargo el asesino no tenía antecedentes ni en el DAS ni en la Policía. Nadie reclamó su cadáver en Medicina Legal. Siempre se dijo que el atentado realmente iba dirigido a José Antequera y no a Ernesto Samper, como en un primer momento se sospechó.

Por eso, una vez la militancia de la Unión Patriótica se enteró del asesinato, al igual que en el caso de Teófilo Forero, los disturbios y protestas no se hicieron esperar. En el barrio Policarpa Salavarrieta, un proyecto de vivienda urbana de la organización nacional comunista llamada Central Nacional de Provivienda, las protestas se acentuaron. Pero no sólo en Bogotá hubo desmanes, en Antioquia también se vivieron duros momentos pues Antequera era un reconocido líder. [the_ad id=»4354″]

En Medellín se presentaron varios disturbios y muchos daños materiales, pero por fortuna no hubo muertos, como si se presentaron en la capital de la República en medio de las violentas protestas desde el mismo día del crimen. Las honras fúnebres y el sepelio de José Antequera se demoraron un par de días debido a los disturbios ocurridos en diferentes ciudades. El cadáver del dirigente político fue conducido en cámara ardiente a las instalaciones del Concejo de Bogotá y el alcalde de la ciudad, Andrés Pastrana, decretó la ley seca para prevenir los disturbios.

Finalmente, el cortejo fúnebre se realizó con una marcha fúnebre desde el Concejo, tomando la calle 26 hasta el cementerio Central (El Espectador. 1989, 7 marzo, pp. 10-A) Una vez allí, la multitud se tomó el cementerio y los dirigentes políticos de otras colectividades tuvieron que alejarse precipitadamente del lugar por el clima de agravios de que fueron objeto. En medio de pedreas, respuesta de la fuerza pública, uno que otro disparo y muchos gritos contra el gobierno, el cadáver de José Antequera fue conducido a su última morada.

La investigación judicial quedó a cargo del juez 8 de Orden Público, Emilio Hoyos, quien se encargó de coordinar un grupo de investigación creado únicamente para este caso. Las diligencias se realizaron en conjunto con miembros del DAS, F-2 y del Cuerpo Técnico de la Policía Judicial. El juez le encargó a cada uno de los miembros diferentes tareas para hacer más ágil el proceso de investigación.

Entre las pesquisas se buscó conocer los otros individuos que participaron en el acto y recopilar testimonios de las personas que se encontraban en el aeropuerto al momento del ataque (El Espectador. 1989, 7 marzo, pp. 13-A) Pero realmente las acciones judiciales no lograron Avances importantes. Nadie fue capturado y el crimen quedó en la impunidad, como la mayoría de los casos ocurridos contra dirigentes de la Unión Patriótica y del Partido Comunista.

De todos modos, ya era claro que los grupos narco-paramilitares, desde 1987, un año antes de las elecciones para alcaldes, desataron una violenta campaña anticomunista para exterminar a la Unión Patriótica (Duzán, 1992, pg, 85). Y el caso de José Antequera obedeció a la misma hipótesis. En 1988, la Unión Patriótica ganó espacio político, especialmente en regiones como Meta, Urabá, el nordeste de Antioquia y algunas zonas de los antiguos territorios nacionales.

El paramilitarismo, muchas veces en connivencia con la fuerza pública, se dio a la tarea de diezmar esas bases políticas, a punta de masacres y de crímenes selectivos. La mayoría de esas órdenes salieron del departamento de Córdoba, donde estableció su campamento militar Fidel Castaño Gil, más conocido como Rambo, y sus hermanos Vicente y Carlos, gestores de los grupos paramilitares desde finales de los años 80. Incluso el caso de José Antequera guarda muchas similitudes a los sucedidos contra Bernardo Jaramillo en marzo de 1990 y Carlos Pizarro en abril de ese mismo año.

El escenario fue el aeropuerto El Dorado. En el libro “Mi Confesión”, de Mauricio Aranguren, años después Carlos Castaño admitió que él mismo coordinó en El Dorado el crimen de Pizarro. Tratándose de un modus operandi similar, es altamente probable que los autores hayan sido los mismos. Además, días antes de ser asesinado, José Antequera había tenido que abandonar precipitadamente la ciudad de Montería, donde adelantaba una gira política, porque fue alertado de que era inminente la realización de un atentado terroristas en su contra.

El proceso de investigación por el crimen de José Antequera quedó inmerso en la demanda por genocidio de la Unión Patriótica que se llevó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 1993. Así lo comenta José Antequera hijo: “En este momento el caso pasó de una etapa de búsqueda de solución amistosa que no se dio.

Por el contrario, nunca han parado los crímenes contra la Unión Patriótica. Ahora se espera que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos emita un informe para que pase a la Corte Interamericana de Derechos Humanos y el Estado será condenado”(Antequera, J., 2009,17 noviembre). Esa es la esperanza de José Antequera, porque en realidad el proceso por la muerte de su padre no llegó a ninguna parte. Hace parte de un anaquel de procesos impunes que dejó ingrata memoria de la segunda mitad de los años 80 en Colombia, especialmente el año de 1989.

Sólo quedó el recuerdo de un aguerrido dirigente político barranquillero que desde la adolescencia optó por militar en las filas de la Juventud Comunista hasta convertirse en su Secretario Nacional. Esta condición lo llevó a las grandes lides de la política en Bogotá, por lo cual fue un gran animador del nacimiento del partido Unión Patriótica y decidido defensor de los diálogos de paz entre el presidente Betancur y las FARC.

Pero cuando empezaron los crímenes de la Unión Patriótica, la voz de José Antequera se alzó enérgica reclamando acciones militares y judiciales. Muchas fueron sus denuncias contra miembros de la fuerza pública involucrados en casos de paramilitarismo. Pero cuando se preparaba a cumplir un papel protagónico en la campaña presidencial de su colega y amigo Bernardo Jaramillo, el paramilitarismo segó su vida.

Por Diana Carolina González García Trabajo de grado para optar por el título de
Comunicador social-periodista

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